Xóchitl Frida: pinto con dolor y mucho amor
Iñaki Markez
Participan en el coloquio
- Jorge Barrón, miembro de Osalde
- Amaia Lertxundi, prologuista
- Iñaki Markez, autor. Y miembro de OME y Osalde
Frida Kahlo, o Xóchitl como también gustaba llamarle su padre, nombre que ella utilizara en
algunos escritos y con varios amantes, promocionó un cuerpo difícil de habitar que albergaba
recuerdos, vivencias, emociones sin fin. Padeció todo tipo de altercados, internos y externos:
dolores intensos en sus piernas, brazos y espalda, dolores en todo el cuerpo, también dolores
en su alma. Enfermedades inesperadas y traumas desde su tierna infancia, machacada en la
adolescencia tras un grave accidente y con severas afecciones en su edad adulta. Acompañada
de estados de ánimo que la hacían descender a los infiernos para volver a remontar poco a
poco gracias a su enorme vitalidad.
Estamos ante un cuerpo matrioshka escondido dentro de otro cuerpo y este, a su vez, dentro
de otro, y otro, y otro. El cuerpo roto, bello y organizado, vive en el cuerpo creativo y solidario;
y este, en el integrado, en quien tanto sufre y ama, en ocasiones con amistades pasionales. Un
mismo cuerpo integrando otros cuerpos. Frida traslada su fascinante imagen a un travestido
cuerpo roto, mientras elabora muchos “autorretratos” donde transforma el cuerpo de la mujer
Frida en un cuerpo pictórico, muy humano, de una muñeca regida por las pulsiones del dolor,
la creatividad y la pasión, que nos remite a la variedad de “Fridas” en sus retratos, a sus
alegorías del dolor y del amor en una mujer con pensamiento propio.
Frida Kahlo huyó de la resignación, nunca hubo un “qué le vamos a hacer”, sino que insistió en
tratar de “hacer”, con su propio cuerpo tan maltrecho. De ahí que siempre tuvo presente el
hacerse cargo del mismo, también cuando médicos, cirugías y acompañantes apuntaban en
sentido contrario a sus deseos vitales. Demasiadas enfermedades y dolencias, aunque nunca
quiso ser esclava de aquel cuerpo que tanto le limitaba en prolongadas temporadas. Dolorida
o no, su autonomía le llevaba a pintar, aunque multiplicara autorretratos, a amar a este si
aquel le era infiel, a buscar su libertad incluso dentro de las paredes de la Casa Azul. Frida supo
habitar casa y cuerpo, se atrevía a mirarse y pintaba lo que veía en el espejo, sabía que aquel
cuerpo era ella y sus comportamientos, deseos y sentimientos mientras vivía todo lo que
experimentaba. Nunca quiso quedarse en el vestíbulo de su casa-cuerpo, supo sentir sus
paredes y el mobiliario, los suelos y techos, las estructuras, flores, cuadros y adornos, que
necesitaba y contemplaba en la totalidad del espacio. Enorme mujer en frágil cuerpo
maltrecho y con mente atormentada que se nos presenta increíble, como un ejemplo para
traer al presente. Creadora de una pintura metafórica, derivada de su enorme sensibilidad y
los acontecimientos que marcaron su vida.